La energía requiere una solución urgente
Ya en la primera crisis del petróleo en 1973, los países industrializados cedieron el control a los países productores de petróleo, que desde esa fecha comenzaron su empoderamiento, y manejan la economía global a su antojo y discreción. Y lo siguen haciendo, porque no solo no hemos hecho nada por evitarlo, sino porque, además, volvimos a caer en la trampa del gas a finales del siglo XX. Nos regalaron la “máquina de café”, y las cápsulas ya nos las venderán al precio económico, político y social que les interese en cada momento, una táctica comercial muy utilizada.
De esta forma, los países europeos, en función de los intereses de algunos y la aparición de los países emergentes, que consumían, y lo siguen haciendo, de forma voraz la energía, y producen con métodos inhumanos, a precios ridículos, deslocalizamos nuestra industria y cedimos poco a poco nuestra tecnología, hasta el punto de perder el liderazgo que nos hizo grandes en su día.
Estamos totalmente desorientados, nos hemos metido tres goles en propia puerta, pero aún queda tiempo y esperanza para la remontada, y para ello hace falta mucha más profesionalidad, acuerdo y liderazgo, algo que de forma general no ha brillado en Europa, pero especialmente en nuestro país, donde no somos capaces de planificar o de mirar más allá del periodo de una legislatura.
Y dicho todo lo anterior, y aunque pueda resultar muy duro, el problema energético requiere una solución urgente, pero de consenso y a largo plazo, aunque ello signifique remover los cimientos de la política española.
Tenemos un camino marcado a nivel europeo, enfocado no solo a mitigar el cambio climático, sino a disminuir nuestra dependencia energética del exterior, algo que debe afrontarse con muchísima más intensidad en España, donde dependemos aproximadamente un 73% frente al 53% de media en la UE. Pero además, España junto a Portugal, somos lo más parecido a una isla energética, por lo que tampoco podemos de momento fiar nuestras opciones futuras a Europa, sin tener previamente conseguidos unos objetivos propios para España.
Y no aprendemos, y todavía hay quien pone en duda los beneficios de la transición energética por cuestiones siempre ideológicas y nada reflexivas, porque si se parasen a pensar lo más mínimo, verían que en España no hay otra vía que nos permita reducir nuestra dependencia energética que no pase por las energías renovables y limpias; por lo que aunque haya quien pueda ser incrédulo con el cambio climático, lo que es incuestionable, es que en un país como el nuestro, donde no disponemos de recursos energéticos diferentes a los que nos proporciona la propia naturaleza, no hay otra vía. Pero, es más, lo que tampoco se puede poner en duda, es la contaminación del aire con CO2 y otras sustancias de la combustión, que ponen en peligro nuestra salud y disminuyen nuestra calidad de vida sobre todo en las grandes ciudades, por lo que al margen de suspicacias y de intrigas sobre conspiraciones y otras historias, la realidad de los hechos es aplastante.
Pero si son significativos los efectos medioambientales que nos proporcionan las energías renovables, son casi mayores en términos económicos para la maltrecha situación económica de nuestro país. Solo con el hecho de evitar las importaciones de energía, de no tener que financiarnos para comprar, y de por tanto mejorar nuestra balanza de pagos con el exterior y la prima de riesgo, conseguimos unos ingentes beneficios a nivel macroeconómico, que van directos a las arcas del Estado, y que, sin embargo, no se repercuten en las facturas energéticas.
Y a estos enormes beneficios, habría que sumar la generación inducida de empleo y de tejido industrial para generar los productos e instalaciones que son necesarias para llevar a cabo la transición energética, que nos consolidarían en la vanguardia tecnológica de las energías renovables; pero si me permiten, lo más importante de todo esto, sería la estabilidad y la baja exposición a los mercados energéticos, lo que nos proporcionaría a su vez una enorme ventaja competitiva.
Por tanto, la autosuficiencia energética debe ser el eje en el que pivotar para recuperar la industria y la tecnología, y no solo empatar el partido, sino marcar el gol de la sostenibilidad, asegurando y cuidando el futuro de las próximas generaciones.