A continuación, reproducimos la tribuna de opinión de José Antonio Galdón Ruiz, publicada en el diario “El Economista”, el 2 de agosto de 2021.
La fractura eléctrica (segunda edición)
Hace casi 7 años publiqué la primera edición de La Fractura eléctrica, como consecuencia de la extraordinaria subida de la parte regulada de la factura (70% desde el 2008-2014), y ahora, y lejos de haber solucionado la enorme carga que representa en el recibo eléctrico la cantidad de impuestos, tasas y cuotas, nos encontramos con que, otra vez la pésima planificación, las propias características del pool mayorista de energía y la dependencia de combustibles fósiles (gas) no solo está disparando la parte liberalizada de la factura, sino que además nos impide cualquier control sobre el mismo.
Ya comentábamos en su día que el sistema eléctrico debía presentar un equilibrio importante en cuatro pilares, que son la fiabilidad y garantía de suministro, economía, que sea bajo en emisiones y que además pueda ser autoabastecido. Sinceramente creo que se han ido dando pasos para conseguir estos objetivos, pero se han hecho, como siempre, sin la más mínima planificación y todo a golpe de ocurrencia y cortoplacismo, lo cual está provocando un enorme desequilibrio en el sistema.
La primera y gran verdad es que el mal dimensionamiento del pool de generación y su desacople con la demanda, sumado a la imposibilidad material de gestión de la misma, está provocando una excesiva utilización de las centrales de ciclo combinado de gas, y que a la postre son las responsables del elevadísimo precio de la electricidad. Y es que el gas ha sufrido un incremento de precio extraordinario en los últimos meses, debido a la recuperación global y al aumento de demanda, sobre todo de los países asiáticos, a lo que hemos de sumar la subida de los derechos de emisión de CO2, que recauda el Gobierno y que pagamos todos.
Y claro, ahora el Gobierno y con parte de razón, culpa de todo esto al sistema marginalista del pool acordado por la Comisión Europea, que como ya sabrán, hace que toda la energía producida se pague al precio de la última tecnología que entra en el mercado, y como se pueden imaginar, esta última es siempre la de los ciclos combinados, que a su vez es la más cara, con lo que el resto de tecnologías productoras de energía están recibiendo unos beneficios caído del cielo (windfall profits), que en realidad y nuevamente salen de todos nuestros bolsillos.
Sin entrar en tecnicismos, y para que sea entendible, el operador del mercado OMIE utiliza un algoritmo llamado EUPHEMIA, que calcula el punto de equilibrio (precio y la cantidad de energía que vende y compra cada uno de los agentes) para cada una de las horas del día siguiente, en función de las ofertas de generación (de menor a mayor precio) y de demanda (de mayor a menor precio). Pues bien, teniendo en cuenta que por precio las primeras fuentes que entran son las renovables (eólica, solar, hidráulica) y la nuclear, cuando no se puede suplir la demanda con estas fuentes, o bien porque no hay suficiente producción renovable o porque la demanda es muy alta, es cuando entran otras tecnologías térmicas no renovables (más caras y que generan emisiones), que al final son las que fijan el precio final.
Lo curioso de esta situación de alza de precios de los últimos meses, es que la demanda es menor que en años anteriores y, sin embargo, la potencia instalada de generación renovable es mayor, así que resulta un poco menos entendible lo que está ocurriendo. Y es cierto que las renovables no son gestionables, y que dependen de condiciones climáticas, como también es cierto que desde el gobierno se ha tratado con buena intención, pero incorrecta ejecución, el tratar de gestionar o dirigir la demanda hacia las horas de menor consumo a través de la tarifa horaria, lo cual resulta una enorme contradicción en sí mismo, y lo explicaré. La demanda energética de las viviendas o los pequeños comercios, oficinas y demás, en un 60-70% aproximadamente es de climatización, y la misma se utiliza como no puede ser de otra forma en las horas más penalizadas por el sistema tarifario. Es decir, que por un lado, y con buen criterio, se favorece la utilización de la bomba de calor eléctrica para los sistemas de climatización (calor y frio) en detrimento de los combustibles fósiles con emisiones de CO2, lo cual repito considero muy acertado, pero luego se legisla gravando enormemente su uso, lo que ya no resulta nada comprensible.
Los objetivos que como país tenemos en la transición energética hacia la descarbonización de la economía, no deben ser un lastre, sino todo lo contrario, deben ser un estímulo que nos permita llevar a cabo inversiones que podamos rentabilizar, a la vez que conseguimos mejorar el planeta, y a todo ello habría que sumar un objetivo prioritario que debe ser un precio justo de la energía que permita su llegada y consumo en todos los hogares de nuestro país.
Quizás arrastramos la deficiente planificación del sistema eléctrico que ha venido siendo una tónica general desde el siglo pasado, y que supone que casi el 60% de la factura eléctrica sea de la parte regulada del sistema (costes, tasas, impuestos, subvenciones, déficit ), la cual ahora se ha intentado aliviar con la reducción del IVA del 21% al 10%, pero que sigue siendo muy alta en comparación con el resto de países de nuestro entorno. Ahora, además, sumamos un precio de producción eléctrica elevadísimo, al que también han anunciado la eliminación temporal (3er trimestre 2021) del impuesto del 7% que pagan los productores para que pueda trasladarse también a la factura, aunque como decía al principio son medidas cortoplacistas y en ningún caso definitivas o resolutorias de la situación.
Si buscamos soluciones definitivas hay que pensar con la cabeza, y no como se hizo cuando se decidió cerrar, por ejemplo, la Central Nuclear de Garoña (2017), que ahora mismo paliaría en gran medida el efecto del precio del gas, o cuando de forma muy ligera se está pensando en el cierre del resto de centrales nucleares, sin tener todavía resuelto cómo van a sustituir la energía que producen, o sin tener un modelo de gestión de demanda que permita la incorporación plena de las renovables. Se debe avanzar y mucho en el autoconsumo, se deben explorar otras fuentes de energía y las mismas han de madurar, porque la improvisación y los inventos nos suelen salir muy caros a los de siempre.
Nuestro mayor problema siempre ha sido la enorme dependencia energética del exterior, y ahora lo estamos viviendo en toda su intensidad, porque no solo nos perjudica enormemente en nuestra balanza comercial con el exterior, sino que nos deja supeditados siempre a los mercados internacionales de energía y nos impide mantener una estabilidad o previsión, lo cual estamos sufriendo también de forma muy importante en el precio de los carburantes.
Es por ello, que debemos seguir trabajando en el eje del autoabastecimiento energético dentro de nuestro sistema, que nos conduzca a mejorar el eje económico, y para ello, se debe ir al ritmo adecuado, sin precipitaciones y consolidando el sistema, y utilizando la ingeniería y la gestión que aporten una visión pragmática, alejada de ideologías o sesgos que puedan poner en riesgo el sistema.
José Antonio Galdón Ruiz
Presidente del Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial de España (COGITI) y doctor por la Universidad Politécnica de Valencia en Sistema Energético.
Pinche aquí para leer esta tribuna en la sección de Opinión de “El Economista”.